Los Hablados por la Poesía
por Marie Gouiric

Viajar y conversar. Doble movimiento. El primer movimiento es abandonar las comodidades y seguridades del propio hábitat para entrar en otros, incómodos e inseguros tan sólo por desconocidos. Deseables por la misma razón. El segundo
movimiento es la charla: conversar es la posibilidad de construir todo tipo
de cosas, entre ellas un vínculo. Para un vínculo se necesita confianza entre las partes y voluntad. Si no tengo confianza no converso. Quién conversa con un desconocido, si no hacerlo es el primer mandato que nos dan en nuestras casas para aprender a protegernos? Para los  hombres es distinto: al dejar de ser niños, se deshacen, sin notarlo, del tutelaje de esta orden “no hables con desconocidos”, ellos serán en todo caso el desconocido con quien no hablar. En cambio las mujeres cargaran con este miedo aun crecidas, si no se animan a desarmarlo y a entrenarse para la defensa. Entonces, un vinculo precisa de confianza, que es el no-miedo. Confianza y voluntad. Para qué? Para la fuerza. Para ejercer la fuerza suficiente, que mueva la tierra que somos y acerque —arrancando árboles, desbordando arroyos, sacando de su lugar cordones montañosos— nuestros territorios. Un vínculo es un gesto de fuerza. La conversación y la voluntad por el deseo de cortar alambrados y expandirse sobre el terreno del otro, e invitar al otro a caminar sobre el propio. Indefinir no es robarse ni
dejarse robar, sino compartirse y reinventarse, cuestionar y romper los limites impuestos para encontrarse.

Cada conversación tiene su propio ritmo y su musicalidad, dadas por el tiempo y por la lengua. Hay turnos para la dicción y la escucha, turnos que los participantes intercambian. Si uno habla el otro escucha. Si el otro habla uno escucha, y asi. Si ambos escuchan hay silencios que pueden ser de diferentes longitudes. Si ambos
hablan no significa que nadie escuche. Aunque pueda percibirse como ruido, los que hablan se escuchan al menos a sí mismos.

Un acto aún más dedicado que la escucha del habla es la copia escrita de aquello que se está escuchando. Es decir, traducir las palabras dichas a un papel, para salvarlas de su calidad de efímeras. De no escribirse, las palabras se pierden al instante, si no tienen mejor suerte y sostienen su existencia un poco más, hasta que falle la memoria del que las cuenta o se termine de desgranar el boca-en-boca que las traslada. Escribir lo dicho por otro es el rescate de la voz del otro, que fijada por el símbolo y la tinta, tendrá permanencia en el tiempo y la posibilidad de seguir conversando aun cuando su originante ya no esté.

¿Hay voces que valen más que otras? ¿Cuáles son las voces escuchadas? ¿Cuáles son las voces que llegan a escribirse y a publicarse? ¿Cuáles son las voces rescatables para este sistema que se impone y nos vigila en nuestra manera de hacer hábitats y de vincularnos?

No hay muchas cosas que pedirle a la poesía fuera de todo lo que queramos pedirle. Y yo le pido que busque y encuentre a las personas que son —como dijo mi amigo Zelarayan— habladas por la poesía. Le pido que haga de escriba de estas voces. Que las encuentre y las traiga para charlarnos, para atacar la soledad y el individualismo, y para mostrarnos las delicias de la lengua, no por la lengua misma, sino porque allí está el conocimiento. Están las marcas que nos imprime el poder, pero también la resistencia que las confunde. Si la poesia es escriba de estas voces, acompañará la amplitud y el cuidado de ese terreno que es nuestro y nadie podrá nunca medir, comprar, ni lotear, porque siempre encontrará la manera de escapar o avanzar sobre todo régimen que se anime a intentarlo. Le pido entonces a la poesia que cuide ese terreno, el terreno de nuestros corazones.

2016